Aprender a comprar un pollo
De cómo pedir en la carnicería y preparar seis comidas o cenas para dos
Quizá porque me han llevado mucho al mercado desde pequeña, o quizá porque me estoy haciendo mayor y cada vez me gusta más controlar lo que me meto a la boca, lo cierto es que me encanta ir a la compra. De compras, nada. Pero a la compra, mucho. Y lo separo porque no es lo mismo. A mí ir a comprarme unos vaqueros o una aspiradora me da mucha pereza. Ir a la carnicería, a pedir ayuda a mi carnicero y elegir la parte de la ternera que luego voy a pedir que me corten en dados, para convertir en un guiso en mi olla de hierro fundido, durante cuatro horas a fuego lento, me alucina. Ese esquema lo repito en la frutería, la pescadería, la charcutería, la floristería, la panadería y hasta en la mercería (donde, sí, también voy). Qué le voy a hacer. Me gusta preguntar, saber, conocer, pensar, imaginar, probar e ilusionarme incluso antes de cocinar algo. No me importa dedicarle tiempo. Ir a distintas tiendas separadas, comprar una cosa aquí y la otra allá. Como dirían ahora los adolescentes: me renta.
Así que en todos estos años podría decir sin rubor que me he hecho una experta en hacer la compra. Justo cuando cada vez más gente pasa de hacerla y apuesta por llenar el carrito del super con bandejas de todo tipo de cosas envasadas. Ahí, incluso por llevar la contraria, yo voy a la carnicería aunque sea para comprar cuatro filetes de cinta de lomo. Pero parece que lo de tener que pedir algo ha comenzado a volver loca a mucha gente. A los primeros, a los más jóvenes. Pero los de mi generación no van mucho más encaminados. No hablamos ya por teléfono y vamos a empezar una conversación con el carnicero, a pique de quedar como idiotas que no saben que cuarto y mitad de algo son 375 gramos y que si te llevas un pollo entero pagas el kilo a menos de la mitad de lo que lo haces si sólo te llevas una pechuga.
Pero para eso estoy yo aquí. Incluso para ti, que eres soltera, acabas de quedarte o cocinas para cuatro en casa. Así que las semanas que me apetezca, he decidido que voy a enseñaros a hacer la compra. A perderle el miedo a la pregunta de ¿Qué te pongo?, sea cual sea el comercio en el que caigas. Pero por si te tranquiliza, quienes te van a atender estarán encantados de ayudarte incluso si no tienes ni idea de que el contramuslo es más jugoso que la pechuga o que un pescado en rodajas y otro para la espalda no se piden igual.
Las partes del pollo
Así que esta primera entrega quiero hacerla con el pollo, una de las carnes más consumidas por todos nosotros. Igual si piensas en un pollo entero te dan sudores. Pero lo que te debería venir es alivio. Porque un ejemplar entero ronda ahora mismo los 3,5 euros el kilo. El bicho en cuestión suele pesar poco más de dos kilos. Así que por unos 7 euros te llevas el pollo entero. En concreto, tiene dos pechugas enteras, dos muslos, dos contramuslos, las dos alas y el esqueleto (llamado carcasa). Por contra, la pieza más popular que casi todo el mundo compra son las pechugas. Si puede ser, incluso ya fileteadas, para esforzarnos menos en casa. Ahí el precio del kilo se dispara a los 7,5 euros. Es decir, un kilo de pechugas fileteadas nos cuesta más del doble que un pollo entero. La ganancia para el que te la vende es absoluta. Pero si me permites un consejo, voy a intentar conseguir que la próxima vez compres el pollo entero incluso si en tu casa sólo comes tú. Sale a cuenta, hazme caso.
Así que he preparado una pequeña guía para lograr sacar seis comidas o cenas (para dos personas) con un solo pollo. Es decir, por 7 euros, más lo que gastes en unos cuantos ingredientes más que todos tenemos por la nevera y lo que nos cueste cocinarlo.
Para ello, irás a tu carnicería más cercana. Si no tienes, algunos supermercados también tienen una dentro, con personal dispuesto a ayudarte. Pide un pollo entero. Así, con decisión. Sin duda. El carnicero o carnicera te preguntará entonces, cómo te lo prepara. Para otras veces, puedes decirle que te saque las pechugas y te filetee una o las dos. Que te las haga taquitos o que te las deje tal cual, con piel o sin piel. incluso si las quieres asar o guisar, te las puede dejar con hueso. Con los dos muslos y contramuslos te puede hacer milagros. Dejarlos tal cual, para asarlos en el horno o en la air fryer, deshuesarlos y dejarlos como filetes, para la plancha (mis favoritos), o trocearlos para un curry o guiso de pollo. Las alas, ya se sabe, para freír o asar. Les quitan las puntas y te las dan. Y con la carcasa, pues lo que tú quieras. O te la llevas para hacer un caldito de pollo o le dices amablemente a quien te atiende, que no la utilizarás y que la puede tirar o dársela a otra persona. Así de sencillo. De los pollos nunca te dan la cabeza, vísceras, ni partes raras. Como mucho, el cuello, pero yo siempre pido que lo quiten.
Pero en este caso queremos el pollo entero. No hace falta que le hagan nada. Con él haremos seis recetas muy sencillas. Es decir, con esos 7 euros, vamos a comer o cenar toda la semana. Este es el proceso:



Pollo asado. Asa el pollo entero en el horno. Es muy sencillo. Precalientas el horno o airfryer (ya las hay grandes y cabe un pollo entero). Embadurnas tu pollo con aceite, sal, pimienta y las especias que te gusten y lo metes al horno a 180 grados durante una hora y algo. Digo y algo porque puede ser una y media o una y cuarto. Lo abres tantas veces necesites y listo. El día que lo ases, tienes tu primera comida: pollo asado. Lo acompañas de verduras, ensalada o patatas asadas (debajo del pollo) y listo. Coge la parte que más te guste. Para eso está entero.
Sándwich de pollo riquísimo. Con lo que te ha quedado de pollo, despega la carne de la carcasa y ponla en un tupper. Con pechuga o contramuslo, lo que te quede o te sobre, corta algunos filetes finos y móntate un buen sandwich de pollo. No te hace falta demasiada cantidad porque lo completas con otros ingredientes. Te digo lo que le pongo al mío: Pan de molde tostado, lechuga, tomate, jamón york, queso, un huevo a la plancha y una salsa (me gusta ponerle romesco, pero vale mahonesa, mostaza, yogur, guacamole…innova).
Caldito de pollo. A estas alturas ya te has deshecho de la carcasa. La carne del pollo está en un tupper y tu carcasa asada es toda tuya. Ponla en un cazo con algunas verduras que tengas en la nevera (zanahoria, cebolla, un puerro… lo que sea) y añade agua. Lo dejas cocer media hora y lo cuelas. Ya tienes un caldito de pollo asado riquísimo para hacerte una sopa. La carcasa, ahora ya la tiras.
Ensalada César. En tu tupper de restos de pollo tendrás ya trozos indeterminados de pechuga, contramuslo, alas…Vamos a montar una ensalada césar con pollo. En un buen bowl pon una yema de huevo, un diente de ajo rallado, un poquito de mostaza (o nada), aceite y batimos con una varilla o tenedor. A mí me encanta añadirle una anchoa picada. A partir de ahí, añadimos lechuga o cualquier brote verde que te guste, unos daditos de pan (o no) y unos trozos de nuestro pollo asado desmigado. Si ya le pones algo de queso, te coronas.
Croquetas de pollo asado. En este punto nos quedan restos de pollo para dos cosas más. Así que te recomiendo separarlos de cualquier huesecito y cortarlos a trozos pequeñitos o desmigarlos con la mano. Necesitamos preparar una buena bechamel. Para ello, calentamos mantequilla en una sartén, le añadimos harina y le añadimos la mitad de los trocitos de pollo. Incluso el caldito que sobra en el fondo del tupper, que suele estar hecho gelatina. Todo para adentro. Y sin parar de remover, una vez tostada la harina, añadimos leche. Con la mitad de esta bechamel haremos croquetas caseras de pollo asado. Es sencillo. Dejas la masa enfriar en la nevera. Luego haces bolas, las pasas por huevo y pan rallado y las fríes en abundante aceite caliente. Con una ensalada, es una comida o cena rica. Incluso para varios días.
Patatas rellenas. Y ya con esto rematamos. Con la bechamel que hemos dejado sin usar en las croquetas vamos a hacer patatas rellenas. De esas de la feria que tanto nos gustan. Para ello, asamos las patatas cortadas por la mitad en el horno una media hora o en la airfryer unos 15 minutos. Dejamos enfriar un poco para poder manipularlas y les sacamos una parte. Ese vacío lo rellenamos con la bechamel de pollo y ponemos las patatas a gratinar con queso. O le damos un calentón en la air fryer o en el micro. Lo que quieras. Pero otra cena o comida que, con algo de acompañamiento, te apaña. Y encima bien ricas.
Conclusión, que con un pollo entero, que es más barato y muy sencillo de pedir, puedes tener seis platos muy resultones. De hecho, hay cientos de combinaciones. Pero esto es lo que he hecho yo hace poco con un pollo. Y si se te hace mucha comida, siempre puedes congelar. Mira, puedes congelar el caldo, puedes congelar la bechamel, las croquetas y hechas…Incluso el pollo desmigado. Igual te apetece un día montarte un wrap, una fajita o una arepa. Las posibilidades son infinitas. Con 7 euros te he resuelto la vida. Igual tú no habrías pasado de las pechugas. Por vergüenza o por comodidad. O simplemente porque no se te había ocurrido. Así que te animo a que esta tarde mismo te vayas a la carnicería y pidas un pollo. Ya sabes cómo hacerlo. Me acabarás dando las gracias.
Por cierto, aclaro desde ya que esta no es un carta de cocina. Ni de gastronomía ni de recetas. Las cosas han venido así. Pero si necesitas ayuda o inspiración con alguna de estas propuestas, envíame un correo o déjame un comentario. Te ayudaré en cuanto pueda.
Cuarto de maravillas
Me gusta poseer cosas que tengan un valor muy personal. Es decir, que para ti puedan ser una absoluta absurdez y para mí un tesoro. Es el caso de estos dos cuadritos que tengo colgados del salón. Son dos postales, pero para comprarlas he tenido que viajar a dos puntas del mundo. Para la sur, viajamos a Ushuaia, en Argentina, para comprársela a una ilustradora del pueblo que aún llaman del fin del mundo. Ahí sale su faro, que navegamos en pleno invierno austral. Y la otra es un paisaje típico de los lagos del norte de Finlandia. Para comprarla, tuvimos que subir muchísimo más allá del círculo polar, a pocos kilómetros del cabo norte. En concreto, nos hicimos con ella en Inari, un pueblo que visitamos el año pasado para cumplir el sueño de ver las noches blancas. Conseguir juntar las dos en la pared de mi casa ha sido un sueño. Verlas ahí, me da felicidad. Haberlas conseguido viajando, más aún.
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Gracias por leerme
Marta
A mí en Alemania siempre se me ha hecho un mundo pedir cosas en la carnicería porque además los cortes son diferentes, pero con esta carta me animo a hacer lo del pollo. A ver qué tal se me da.
Me ha encantado (en casa los hacemos de dos en dos, porque somos tantos que no tocan el suelo...) y nuestros métodos son parecidos a los tuyos (y hay un gato relamiéndose con la posibilidad de hurgar en la carcasa). Aprender a "desmontar" un pollo sin demasiada merma es una de mis tareas pendientes. Me gusta tu reflexión sobre la prevención-ansiedad-incapacidad-todas las anteriores de algunas ¿generaciones? para dar el salto del lineal del súper a la persona que te atiende tras un mostrador: es ya casi un tópico, pero parece que evolucionamos hacia la hiperconexión, pero siempre mediatizada por un cacharro. Muchas gracias por la carta.