El viernes del verano
De cómo junio es el mejor mes del año, como antesala de unas vacaciones sin gastar
Este domingo empieza junio, el mejor mes del año si me preguntas. A junio me gusta llamarlo desde hace años el viernes del verano, porque me despierta las mismas sensaciones que ese día de la semana, en el que todo lo bueno está aún sin consumir. En el que al fin de semana no le hemos gastado ni un segundo. Como ese último día de trabajo antes de un puente o de las vacaciones. Y junio es eso, un preludio de cosas buenas que están esperando que las transites por el mero hecho de ser verano. Ahí nos esperan las vacaciones, con sus 30 días y sus 30 noches para rellenar de planes grandes o pequeños. Para vivir en lugar de sobrevivir. Para llevar el pelo lleno de salitre y guiarse por las horas de luz.
Junio es también el mes de los días más largos del año, esos a los que se pone fin la noche de San Juan, cuando comenzará el camino irrefrenable al otoño. Pero hasta entonces, yo me paso las semanas repitiendo sin parar la frase de cómo alargan los días. Me da vida eso de que a las 10 de la noche aún no haya oscurecido. Es también el mes de acortar nuestras rutinas. De las jornadas reducidas en las oficinas y de las primeras tardes de piscina. El mes de las amapolas, de campos verdes que pronto serán amarillos. De los primeros helados (aunque yo a estas alturas ya llevo unos cuantos) y de los festivales de fin de curso (ahora llamados graduaciones). De los cambios de curso, de etapa o de vida. De tener la paga extra sin gastar, de temperaturas cálidas, pero no sofocantes (o sí, que dicen que nuestro mejor verano ya lo hemos vivido). De planificar con todo el verano disponible. De merendar granizado de limón. De dejar de secarse el pelo (aunque yo no lo hago nunca). De comer gazpacho. De no saber si elegir con albaricoques, melocotones, sandías o melones como postre.
Junio es el mes de bajar revoluciones, de hacer todo más lento. De cenar a la fresca (si es que eso aún existe con estas noches tropicales). De poder improvisar planes y rehacer otros. De soñar con destinos y ver septiembre con gafas de lejos. Y es que todo eso es junio. El día anterior a las vacaciones, la previa de un viaje, la noche de reyes, la previa de un concierto, la cola del cine antes de una buena película. Lo leí hace poco y no puedo estar más de acuerdo. “La vida es mejor con un poco de nervios y con deseo”. Y yo a lo que está por venir le tengo muchas ganas.
Cuarto de maravillas
En mayo de 2019 me compré un apple pencil para el Ipad porque llevaba ya un tiempo pintando acuarelas y me apetecía probar en digital. Un año después vino la pandemia y acumulamos bastante tiempo en casa. Por aquel entonces ya había ilustrado bastantes cosas para consumo propio. Entre ellas, muchas recetas que fui compartiendo en redes durante un tiempo. Pero, en ese año me atreví a dibujar algunas cosas para ilustrarme algunos reportajes que hacía en el periódico en el que trabajo. Y el otro día, repasando el carrete, apareció este. Lo utilicé para acompañar un texto sobre las personas que habían dado a luz en marzo de 2020, en los primeros días de confinamiento, y cómo habían tenido que presentar a los bebés por facetime. Cuánto ha llovido. Y menos mal, la verdad. Pero acumulo cientos de dibujos hechos en ratos libres. Iré desempolvando alguno.
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Marta
Ays, a mí junio me despertaba todo eso antes de entrar a trabajar en unos grandes almacenes, donde el viernes es como un jueves e incluso un miércoles, cuando toca trabajar los domingos, las jornadas de trabajo son siempre las mismas, excepto cuando se acercan las navidades o toca inventario, que entonces haces doblete, pero si que es verdad que es un mes alegre, no demasiado caluroso ( de momento) y siempre sabes que es el inicio de unas merecidas vacaciones.